Población


Emily Schiffer (1980)

Mientras que la presencia es asunto existencial, la población es tema específico de la habitación del lugar.
Por población entenderemos aquí el conjunto estructurado de proyecciones del cuerpo del habitante que marcan el lugar con signos de vida situada. Así, la presencia se corresponde con el hecho de tener efectivo lugar, mientras que la población tiene relación con la conducta que se aplica a hacer lugar. Con ello se establece una diferencia y complementariedad peculiarmente importante. La presencia puede ser fugaz, episódica, circunstancial, pero la población tiende a perdurar, a subsistir e incluso a sobrevivir. Puede entonces haber población en ausencia, así como formas vagarosas, menguadas y evanescentes de la presencia. Pero lo importante aquí es tratar de lo que sucede cuando a una presencia en acto le corresponde una población honda y aplicada.

Presencia


Emily Schiffer (1980)

Si le creemos al Diccionario, presencia es la circunstancia de existir alguien o algo en determinado lugar. También puede decirse que, mientras que, en ausencia, el ser de alguien es siempre una conjetura que debe probarse, en presencia es que se verifica cabalmente ese su ser. Con la presencia, el ser se muestra y se demuestra, esto es, uno puede, a la vez, presentarse y representarse probadamente. Es por imperio de la presencia habitante de un sujeto que un sitio adquiere, en parte y de modo necesario, su estatuto de lugar. La presencia de un habitante, entonces es, a la vez y recíprocamente, perfeccionamiento y manifestación perceptible de su existencia y prueba contundente y necesaria que tiene lugar allí y entonces.

El sentido de ser vivo


Kati Horna (1912-2000)

Todo es lenguaje en el mundo humano, pero de ninguna manera sólo lenguaje. El sentido no es algo que aprendamos como seres del lenguaje, sino como seres vivos
Najmanovich 2001

En definitiva, la arquitectura no puede aspirar ni más ni menos que resultar una escritura, una emergencia lingüística más de la condición humana.
Sin embargo, subsiste algo que asoma en el trasfondo de toda manifestación lingüística, que es el sentido. Y si nos preguntamos por este sentido, primero y último de toda empresa humana, lo cierto es que es un emergente ya no de la humana condición, sino del estatuto de los seres vivos. Es pues la vida la que confiere sentido a toda la arquitectura y —lo que queríamos demostrar— es el habitar humano un sentido contenido e inexcusable y quizá el primordial de todo texto arquitectónico.

La escritura de la habitación del mundo


Kati Horna (1912-2000)

Hay una arquitectura ajada por la vida que allí tiene lugar.
Hay una arquitectura laxa, que conserva la tibieza de los cuerpos, las fragancias del deseo, los ecos de la pasión, que se estremece con la agitación anhelante. Hay una arquitectura honda de existencia, carácter patente de sí misma, gloria de su condición humana respirada. Hay una arquitectura tenue como las brisas que disipan las atmósferas cargadas en las alcobas, como el agua que refresca las abluciones rituales, como la llama que enardece a los amantes. Hay, en suma, una arquitectura del lugar. Hay, en suma, una arquitectura que es la escritura de la habitación del mundo.

La expresión como conjuro de la poética de la vida


Alec Soth (1969)

La poética del habitar, entonces, es la poética de aquellas cosas de la vida que pueden informar a una expresión literaria que obre como conjuro.
Es imperioso salir en busca de un arte poético que se aplique a dar cuenta de la vida corriente como objeto de atención, tratamiento y referencia. La poesía de la vida no es tanto una hacedera del fenómeno poético en sí, sino apenas un registro prolijo y atento, sensible y perspicaz, fértil y fructuoso de un objeto portador de verdad y belleza intrínsecas.
El arte poético del habitar es oficio ancilar y manifestación vehemente de los estremecimientos gozosos y cordiales de la propia vida. Así, la poética tiene su propia voz y también su peculiar forma de escritura, así como exige un modo señalado de recepción.

La poética del habitar, una poética de acción vital, en principio


Vadim Stein (1967)

¿Dónde buscar la poética del habitar?
Es preciso buscarla en la poética de la acción vital. La más consumada estetización de esta poética la constituye la danza, arte de la práctica corporal del espacio y el tiempo. Pero no debe uno quedarse con la maravilla de estos cuerpos gráciles y sobredisciplinados. Se debe entender que las danzantes vuelven excelente y excepcional una virtud cotidiana de todos los cuerpos humanos. Tal virtud es la conquista del lugar mediante la acción vital, según las coreografías propias de las urgencias y hábitos de la vida cotidiana.
De este modo, conmovidos por la belleza de lo excelente, tornaremos a dirigir nuestra atención a las danzas corrientes de las personas que se afanan en tener su lugar allí donde pueblen, donde su vida ocupe espacios y tiempos, donde su vida corriente encuentra su morada.
Y aprender mucho de ello.

Una virtud poética para cultivar la estructura fundamental del lugar


Jehad Nga

La sensibilidad, el entendimiento y la comprensión no son de modo alguno suficientes para dar cumplimiento a la estructura fundamental del lugar.
También es preciso coronar todo el proceso con un decidido resultado poético. Con la percepción, el entendimiento y la comprensión sólo tenemos sobre nuestras espaldas los recursos cognoscitivos y ético-prácticos, pero es imperativo hacer algo con ellos. Y hacer algo es una tarea poética, por definición. Para ello es necesario percibir y entender cómo es que la propia vida llega a producir la estructura fundamental del lugar, esto es, cómo es que la condición humana habita su lugar produciéndolo a su imagen y semejanza. Porque la tarea arquitectónica de la hora es una interpretación atenta, sensible y facilitadora de los pujos de la vida en los lugares.
Dejemos entonces a la vida llegar a ser y aprendamos la sabia humildad de ponernos a su servicio.