El
cielo, por su parte, constituye el gran fondo de la escena habitada.
Es
todo lo que está más allá y sin embargo está presente en el lugar. Es el
componente de un emplazamiento que da noticia del tiempo y del tono del
ambiente. Por otra parte, es la figura de los confines del lugar: abismales en
el firmamento estrellado, opresivos bajo un encapotado tapiz nuboso,
fantasmagórico bajo la niebla. Si la tierra es el lugar de los hombres, por
fuerza los dioses se alojarán, lejanos y en la altitud.
Aquello
que nos cae del cielo es todo lo
providencial, lo que nos acontece imperiosamente, son derrames de poderes
superiores a la voluntad humana.
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