Palacio
Taranco Museo de Artes Decorativas
En realidad, lo que se
establece para esos lugares especiales es una suerte de indulto que les permite
el privilegio de no ser arrasados por esa máquina de depredarlo todo que es el
sistema capitalista, que solo salva del borrado aquello de lo que, momificado,
puede ser eventualmente fuente de beneficios económicos directos, o indirectos,
cuando se ponen al servicio de la legitimidad simbólica de las instituciones
encargadas de proteger sus intereses.
Manuel
Delgado, 20171
Una
vez que se han amparado bajo el título de la condición patrimonial los ámbitos
patricios, se impone ampliar la cobertura conceptual y simbólica del sentido
del rescate, de la preservación y del cultivo de la memoria.
Así
es que las ciertas residencias peculiarmente señaladas por su calidad material,
por la opulencia de sus equipamientos y por las improntas de prestigio social
que confiere la fortuna de larga data adquieren un valor social simbólico
nuevo. Cuando dejan de ser estrictamente funcionales para su usufructo material
y privado se incorporan a la “memoria social” de la ciudad.
Es
significativa la coincidencia de los casos de Montevideo y Buenos Aires. En el
primero, el “Palacio” Taranco y en el segundo la residencia Errázuriz Alvear,
se transforman en sendos Museos de Artes Decorativas.
Lo
que realmente importa es el efecto simbólico de la pervivencia de aquello que
la ideología dominante tiene por “mejor”.
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