Museo Correr,
Venecia
No
insistiré en exceso en la reivindicación del valor de lo táctil en
arquitectura.
Esto
es especialmente interesante de su lado interior: del tiempo en que las
ventanas lucían vestidas, los sentidos no se benefician sólo con el tamizado de
la luz, sino que la piel agradece la suntuosidad de una elegante cortina. El
tacto es el sentido que intensifica el valor propio de estar allí.
Para
ello, toda sensibilidad de artífice arquitectónico es escasa para regodearse en
las delicias de rozar con levedad y sutileza el lado interior de los lugares.
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