Santiago
Rusiñol (1861–1931) Lluvia veraniega (1891)
El
compromiso ético-arquitectónico con la condición humana supone una triple
determinación.
En
primer lugar, el todo artefacto y toda acción profesional arquitectónica tienen
su sentido último y fundamental en la comprensión
profunda y cabal de la vida humana que allí tendrá lugar. Comprender significa
a la vez conocer, respetar y obligarse con la condición humana.
También
el compromiso humanista tiene un importante aspecto de amparo, de contención,
de cuidado. La vida humana, en todas sus peripecias, debe ser protegida en el más amplio sentido de la
expresión.
Pero
aún resta un aspecto más profundo: la vida humana, en su efusión más auténtica,
debe ser alentada por la acción
arquitectónica. La buena vida genuina y sana debe ser promovida activamente por
las condiciones psicológico-ambientales producidas por el lugar soñado,
proyectado y efectivamente construido.
La
deontología arquitectónica, en este sentido, trasciende las determinaciones del
hecho construido para comprender, amparar y alentar la propia habitación.
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