Dimensiones de las ceremonias del habitar. La comida (I)

Émile Friant (1863- 1932) Los canoeros de La Meurthe (1887)

Puede que ciertos homínidos hayan caído en la condición humana en la ceremonia que aúna la comida con la interacción social.
Así que es larga la marcha que cada tanto nos dirige a conformar corros en torno a la comida, la bebida y la conversación. A la mesa, a sus manjares y a las novedades de la ocasión es de aquellos lugares a los que se vuelve siempre.
Suele ser asunto especialmente delicado el conjunto de circunstancias que determinan nuestra investidura de comensales, dónde nos emplazamos y en qué circunstancias somos convocados. Un complejo juego de etiquetas y modales se pone en marcha, todo sobre la fundamental necesidad de nutrirse.
Pero lo decisivo suele ser el desempeño en la compleja esgrima de hablar y ser escuchado.
La altura de la ceremonia es la medida de la magnitud social de la ocasión: desde el expediente de un humilde refrigerio en una plaza al gran banquete de honor. La comida tiene escala social, aún en la distraída ingesta frente a la pantalla del televisor.

La dimensión complementaria es la amplitud, en donde se mide la convocatoria en términos más extensivos: vamos desde la mesilla de café, proclive a la confidencia hasta las vastas ristras de mesas en donde la localización propia adquiere características socio-geográficas.

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