Quien alcanza la isla antropógena hace
inmediatamente una experiencia acústica: el lugar le suena a los habitantes.
Cuando la sabana alrededor está en silencio ocasionalmente, los lugares de
acampada dispersos de los homínidos y de los seres humanos primitivos parecen
oasis de ruido, en los que reina un estado acústico excepcional. Aunque éste
supone para sus habitantes la situación más normal. Esas islas suenan constantemente
a sí mismas, constituyen soundscapes de carácter peculiar, están llenas del bullicio de vida de sus
miembros, de ruidos de trabajo producidos por el manejo de sus útiles y
herramientas, de ese murmullo que ha de acompañar a todas nuestras
representaciones. Lo más presente es el sonido casi incesante de las voces; de
voces infantiles, que se alegran y gimotean, de voces maternales, que
amonestan, consuelan, sugieren, de las voces de los hombres cooperantes, que se
animan, aconsejan y asimilan, de las voces de los mayores, que dan órdenes,
sentencian, amenazan, se enojan.
(Sloterdijk, 2004: 290s)
Comentarios
- Aquí se caracteriza el fonotopo, esto es, el lugar de los
sonidos de la vida humana
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