Las
ciudades que habitamos son las emergencias concretas y resultantes de complejos
planes y proyectos, construidos sobre ciertas ideas puestas en ejecución
práctica mediante diversos procedimientos de producción.
Por
más que la realidad nos parezca heteróclita, todas y cada una de las cosas que
suceden en la ciudad son resultado del ejercicio de unos ciertos modos de actividad
humana inteligente. El problema radica en el resultado global: resulta tan
adecuada, digna y decorosa la ciudad como es inteligente la organización de la
comunidad que allí reside.
La
medida de la inteligencia efectiva de la comunidad es, entonces, de naturaleza
política.
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