Quizá
la caracterización más justa de los arquitectos es que somos onironautas, esto
es, navegantes del sueño en la vigilia.
¿Con
qué soñamos? Fundamentalmente, con estados futuros de cosas. Con alternativas.
Con estructuras perdurables, útiles y bellas. A algunos les complace una cierta
intemporalidad que algún día lejano llegará a constituir algo clásico. A otros
les fascina la forma rotunda de las cosas bien concebidas.
A mí
se me da por anhelar logradas coagulaciones de las materias y contenidos de los
sueños. Porque quizá la mejor arquitectura es la que portamos en los enigmas
del alma.
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