Anónimo La calle Nueva de los Mercaderes de Lisboa
(s. XVI)
Ciertos
centros y estancias tienen una furtiva costumbre: tienden a establecer
conexiones mutuas que conforman redes en donde se atrapa la vida, sin
confinarla y a la vez sin dejarla abandonada al azar de las circunstancias.
Algo
similar sucede con las sendas: se superponen, se cruzan y se enredan haciendo
posibles los tránsitos laberínticos que supone la vida cotidiana.
De
esta forma, lo que efectivamente habitamos son redes, siempre redes.
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