Sobre las colpoprácticas (I)

Hans Zatka (1859- 1945) La tentación (s/f)

Toda colpopráctica se inicia en una irrupción, en el atravesamiento de un umbral.
Así sucede con las habitaciones: situados en su inminencia, practicamos su puerta. Practicar la puerta es operar transformando su circunstancial clausura que confina, en una apertura que nos brinda, no sin violencia, la entrevisión de las entrañas del ámbito. Atravesar un puerta siempre es el quiebre de una delicada membrana tensada en el umbral, un himen/limen. Irrumpir es una suerte de operación amorosa, por lo que nunca es escasa la circunspección.
Según las circunstancias —y hay que detenerse en ello— uno adviene al ámbito aún antes de atravesar el umbral, haciendo mera presencia próxima, pero no siempre está muy definido cuándo es que uno ha culminado la laboriosa tarea de irrumpir: puede que, aún dejado atrás el dintel, sólo se limite uno a anunciarse.

Las distancias que una persona debe vencer a la entrada a un lugar no se miden con exactitud con una regla centimetrada, sino con la observación de la etiqueta.

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