La práctica y el juicio
artísticos son ocupaciones superfluas. No implican una acción directa -para
satisfacer necesidades, ansias, deseos- sino que la postergan. Requieren una
cierta distancia -con los impulsos- a
fin de calibrar lo que se puede "hacer". La obra resultante -una
creación, una reflexión: resultados semejantes- nace del freno de la necesidad
para dar cabida y rienda al gusto por no responder de inmediato a las urgencias
físicas. El arte requiere tiempo. El arte es una acción retrasada en el tiempo.
Implica una relación pausada, meditada, detenida con la naturaleza. Obviamente,
esa pausa no es necesaria para satisfacer los sentidos; por el contrario, no
los colma de inmediato. Posterga su apaciguamiento. En culturas con urgencias,
el arte está proscrito porque invita a la reflexión, a la acción indirecta o
aplazada, y siempre ejecutada tras reflexión.
Pedro
Azara, 2017
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