Cataratas del
río Iguazú
Toda
consideración sobre el paisaje debe tener origen en la vivencia y constitución
efectiva del lugar.
En
este caso concurren dramáticamente los cuatro elementos fundamentales en la
habitación efectiva del paisaje. Pero es por la población y presencia del
sujeto que el puro sitio deviene su condición de lugar. Así, no sólo se
yuxtaponen el agua, el aire, la tierra y el fuego, sino que adquieren, ante la
habitación del sujeto, especiales significados. El paisaje se inaugura
precisamente en la emergencia peculiar de estas significaciones. Y, está de más
decirlo, no hay signos sin la interposición del interpretante.
Mientras
que en el puro sitio, agua, aire, tierra y fuego meramente se manifiestan en su
puro ser, en el paisaje es donde revisten el sentido de signos de la propia
habitación de un lugar señalado y concreto del mundo.
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