Verona
Investigo con la imaginación.
Bernardo
Soares (Fernando Pessoa), O Livro do
Dessasossego
Crece
la sospecha que no debería confiarse tanto una ciudad al imperio
tecnoburocrático de los urbanistas, sino que debería consentirse en el talento
de los poetas urbanitas. Que tiene que haberlos: hay que descubrirlos, oírlos…
y empoderarlos.
Se dice
fácil. Pero hay que intentarlo. Hay que dar con los espíritus que comienzan por
amar su ciudad con pasión tanto como con respeto. Hay que dar con poetas
militantes que sean capaces de consumar consignas inspiradoras, contagiosas,
plenas de entusiasmo y también de prudencia. Hay que dar con forjadores de
imaginaciones profundas que haga de éstas una heurística.
Es
imprescindible contar con tales hacedores, en sustitución de los consabidos
tiburones de la inversión inmobiliaria, sus arquitectos serviciales y a los
tecnoburócratas de siempre. El poder en las ciudades debe ser asunto de poetas.
Tendríamos unas ciudades amadas y amables, inspiradoras y profundamente vivas.
Ciudades sabias y henchidas de pasión por vivir.
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