Puede
entenderse que todo habitar particular se ampara en un determinada poética,
configurada más o menos conscientemente en virtud de la disponibilidad de
distintos niveles de capital cultural, diferentes escalas de valores y factores
idiosincrásicos.
Forjar
de algún modo una poética del habitar es dotarse de una estructura de reglas
según las cuales el hecho efectivo de habitar es un producto, esto es,
resultado manifiesto de una contingente producción humana. Cabe aquí la
caracterización, debida a Jean Paul Sartre, que enuncia que el hombre es lo que hace con lo que hicieron de él.
En efecto, nuestro habitar
es un producto del prolongado proceso vital de la crianza y la endoculturación,
a la vez que es una recreación —no del todo consciente, pero siempre crítica—
de un legado transformado en un renovado proyecto de vida. Toda vez que se
observa en los hechos una pluralidad de modos de vida, estos siguen a una
pluralidad de poéticas que las hacen posibles.
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