Al
caracterizar al lugar como un campo,
en el sentido físico de la expresión, hemos hecho especial énfasis en el hecho
que el habitar tiene efectivo lugar en el espacio tanto como en el tiempo.
Cuando
examinamos la constitución genérica del ser humano habitante, hemos encontrado
que las tres dimensiones atribuidas al espacio, así como la dimensión temporal, tenían un lugar
original de residencia en el cuerpo. Podemos sospechar que algo verdaderamente
virtuoso para la historia del pensamiento sucedió cuando la conciencia humana
separó estas dimensiones espacio-temporales de su propio cuerpo y de su
experiencia vital compleja para proyectarlas, abstractas, en el escenario de la
naturaleza disponible entonces para su conocimiento.
Nada
indica que hayamos extraído necesariamente todas
las dimensiones humanas para luego volcarlas a un adecuado y operativo modelo
físico-matemático para dar cuenta cabal de la naturaleza del lugar.
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