Florencia
La
línea que separa las cosas de la tierra y el cielo es una entidad sutil, frágil
e insustituible en su función.
Es un
confín que siempre nos anuncia un más allá, una epifanía de lo que adviene, un anuncio.
El horizonte nos alberga, nos contiene y nos confiere identidad, a la vez que
nos libera hacia lo que vendrá. Nuestra comarca tiene entonces la forma de esta
sensible línea que haremos bien en considerar con un respeto que nos debemos al
lugar que constituimos.
Es
por ello que debemos proteger, cultivar y consumar el horizonte del habitar:
cuidamos de la dimensión alethotópica de nuestro habitar.
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