Nicolay
Bogdanov-Belsky (1868- 1945) En la puerta
de la escuela (1897)
Nuestro
primer adentramiento siempre se vive en algún modo encandilado por la novedad y
la revelación tras el inaugural atravesamiento del umbral.
Por
ello, nuestra coreografía es titubeante, exploratoria y circunspecta. Una vez
transpuesto el umbral, nuestra condición de extraños
nos constriñe a la marcha prudente, a la exploración atenta de la estructura y
contextura del lugar: nuestro cuerpo, en su totalidad, pide permiso. Este pedir
permiso parece naturalizado por la educación, cuando hay presencia de
locatarios. Pero aun cuando no hayan personas allí, la circunspección se
impone: la discreción corporal se rinde, entonces, a los genius loci.
Habrá
que indagar cuáles son los elementos o factores que nos indican, sutilmente, hasta dónde y cuándo nos adentraremos en
un lugar que nos acoge como extraños. Cuando logremos establecer con claridad y
exactitud la naturaleza de estos elementos o factores o energías que consiguen situarnos allí en nuestro lugar, apenas
llegados allí, entonces sabremos algo sustancial acerca de la arquitectura del
habitar.
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