A. Rötting
(s/d) En la mañana (1840)
Hay
un habitar el tiempo que sigue su caída ineluctable hacia el futuro, hasta el
confín de cuando ya nada importe.
Pero
también hay un habitar el tiempo que se prodiga en recurrencias cíclicas. Es un
continuo recaer en ciertas vivencias que se suceden alternadas y constituyen
aquello que llamamos vida, en el sentido cotidiano de la expresión.
Es
así que todo parece recomenzar cuando atravesamos el umbral que une y separa el
sueño de la vigilia. En el momento que la luz matutina nos inaugura y la
frescura del nuevo día por vivir nos disipa las últimas nieblas del sueño.
Hora
de levantarse. Hora de retomar la acción, posando los pies en el duro suelo de
la vigilia. Hora de afrontar el espejo inclemente y el mundo que no se muestra
mucho mejor.
Todo
está por hacerse al amanecer. El acondicionamiento arquitectónico de la alcoba
debería ajustarse con piedad y simpatía a las hondas solicitaciones de quien
que se despereza.
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