Plumas ajenas: Manuel Delgado


No se ha pensado lo suficiente lo que implica este pleno derecho a la calle que se vindica para todos, derecho a la libre accesibilidad al espacio público como máxima expresión del derecho universal a la ciudadanía. La accesibilidad de los lugares que llamamos –se supone que no en vano– públicos se muestra entonces como el núcleo que permite evaluar el nivel de democracia de una sociedad. Esa calle de la que estamos hablando es algo más que una vía por la que transitan de un lado a otro vehículos e individuos, un mero instrumento para los desplazamientos en el seno de la ciudad. Es, por encima de todo, el lugar de y para la epifanía de una sociedad que se quisiera de verdad democrática, un escenario vacío a disposición de una inteligencia y de una ética social elementales, basadas en el consenso y en un contrato de ayuda mutua entre desconocidos. Ámbito al mismo tiempo de la evitación y del encuentro, sociedad igualitaria donde, debilitado el control social, inviable una fiscalización política completa, gobierna buena parte del tiempo una mano invisible, es decir nadie.
Manuel Delgado, 2018

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