A los
efectos de reinterpretar la arquitectura en clave humanista, debe indagarse en
una historia social del habitar.
A las
gestas de los héroes de la profesión arquitectónica la sustituirían los días
corrientes de los habitantes: ¿cómo se cocinaba a diario en La Rotonda? ¿cómo
se desarrollaban los rituales en el Panteón de Agripa? ¿cómo tenían lugar los
complicados juegos políticos en el Palacio Ducal de Venecia?
A la
descripción minuciosa de masas, volúmenes y pormenores ornamentales de las
cosas construidas se sustituiría por el estudio de los contratos de trabajo, la
crónica de las negociaciones del proyecto, las especificaciones del encargo.
A los
estudios crítico-estilísticos y a la crónica de los avatares de las
contradicciones entre las vanguardias renovadoras y las prácticas tradicionales
y conservadoras se sustituiría el examen detenido de la arquitectura vernácula
y popular, arquitecturas desamparadas del influjo profesionalista.
Necesitamos
una historia así.
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