Ken Van Sickle
(1932- )
Desayunar
en un café ciudadano bien emplazado es un placer a que casi ningún urbanita se
resiste.
Es una
buena ocasión para aprovechar la situación y contemplar con calma cómo se
despierta la actividad ciudadana. Sahumado adecuadamente por el aroma del café
y arropado por los rumores de tazas y cucharillas, en torno al parroquiano todo
se confabula para hacer del desayuno ciudadano una de las formas de la gloria.
Se
honra aquí, habitándolo, un crucial momento del día. Por ello, las ciudades
deberían cuidar la pervivencia de ciertos cafés que tienen la infrecuente
virtud de estar especialmente bien situados.
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