Ruven Afanador
(1959)
La
amplia disponibilidad de esbeltas estructuras metálicas y amplias láminas de
vidrio han vuelto posible vivir esa tenue nada entre el aquí y el allá. No
obstante, tal articulación aquí/allá siempre la hemos portado en la estructura
fundamental del cuerpo habitante. Lo que siempre hemos tenido por una realidad
patente, aunque vaga en su situación (¿a partir de dónde o cuándo un aquí se transforma en un allá?), ahora encuentra su figura y su materialización:
los seis u ocho milímetros de cristal marcan y ocupan el lugar que los separa.
A la vez que nos permite participar de su presencia. Esta constitución,
aparentemente contradictoria en sus términos, es esencial para su constitución.
Una lámina opaca nos divorcia totalmente del allá, mientras que la casi nada
del cristal nos une y, a la vez, nos separa, esto es, articula nuestro lugar.
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