Michel Pérez
Los
balcones resultan de un meticuloso enriquecimiento arquitectónico del lugar de
los ventanales.
Por lo
pronto, toda ventana desprovista de tal adminículo implica en el interior un
acecho que tiene lugar precisamente allí, en donde se gana información más de
la que se ofrece. Una ventana, en sí, es un filtro en donde el interior domina
sobre su contorno. Con la disposición del balcón, el lugar se enriquece con la
irrupción del locatario, luego de un estratégico atravesamiento.
El
balcón compone un marco arquitectónico especialmente elaborado para la
presencia humana allí. En tales circunstancias, la persona realza su población
no sólo del ámbito expresamente percibido sino, por sinécdoque, de toda la
construcción desarrollada a sus espaldas. Por eso, los balcones favorecen la
emergencia de las bellas. Por eso, las arquitecturas con balcones son una promesa de felicidad, aun cuando emerjan
ocasionalmente privadas de presencias manifiestas.
Fíjense,
si no, en el magnífico encuadre conseguido en la fotografía que ilustra este
artículo.
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