Vadim Stein
(1967)
Toda
nuestra admiración es poca cuando reparamos en cómo se aplican las danzantes a
la conquista poética del lugar.
Es que
el cuerpo de las bailarinas realiza de modo insuperable eso que el cuerpo de
todos nosotros hace de modo más prosaico y pobre: tener lugar.
Tener
lugar es ocupar de modo pleno espacio-y-tiempo, es realizar perceptible e
inteligible la operación de hacerlo, hurtándolo de la condición amorfa e
insignificante de la Naturaleza. Tener lugar es poblar con una presencia
concreta y viva una situación tanto como una ocurrencia.
En la
belleza del gesto de la danzante está toda la belleza potencial de nuestra
propia condición humana. Por ello, las bailarinas pueden considerarse, de lo
humano, lo excelente.
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