Eva Rubinstein
(1933)
Si la
arquitectura del lugar es la resultante de la concurrencia y síntesis de los
factores humanos fundamentales con las circunstancias locales, se hace
necesario reconsiderar nuestras ideas generalmente recibidas acerca de la
poética y la estética.
Nada
puede ya esperarse de una estética que se reduce a considerar apenas las cosas
proyectadas y construidas. Sólo a partir de los roces, las fricciones y las
texturas vividas es posible considerar una percepción estética propia de la
inmersión de los habitantes. Pero las consecuencias más trascendentes, a mi
juicio, aparecen en la dimensión poética. El obrar de los arquitectos
profesionales se aplicaría, entonces y con sensatez, afecto y sensibilidad a
dejar a la vida tener lugar.
Se
trataría de una poética emancipadora de las energías de la vida humana. ¿Acaso
no es hermoso soñar con tal posibilidad?
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