Consumaciones (XIX)


Alana Holmberg

En todas las circunstancias, es preciso siempre consumar aquel lugar en donde nos toca poblar. Y al hacerlo, cultivar la propia vida —como si de una pequeña planta peculiarmente importante se tratase—, tanto en las grandes Ocasiones, así como en las más humildes instancias de la vida cotidiana. Cultivar la vida quiere decir, en este contexto, dejar que la situación, el entramado de circunstancias, el tejido de los actos vitales se desarrolle con todo su contenido y forma propias. Porque el logro de una vida no se agota en las escasas instancias señaladas, sino en el correr moroso de su transcurrir continuo. Porque debemos vivir aprendiendo a serlo paso a paso, día tras días y en todos y cada uno de los lugares allí donde impregnemos nuestra presencia. Porque no podemos devaluar nuestra existencia cotidiana en la insignificancia y el olvido de sí.
Con aquello que nos toca, es con lo que tenemos que arreglarnos. Por esto es que tenemos un legítimo derecho a habitar lugares adecuados, dignos y decorosos. Por la condición humana que nos inviste a todos por igual y por la sabiduría de vivir que hayamos efectivamente construido.

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