El arquitecto tiene como misión concebir, desarrollar y
construir materialmente la forma del componente material del habitar humano.
En el análisis funcional domina la idea —que debería ser
una hipótesis a verificar— que entiende la determinación de la forma como un
ajuste con una suerte de contraforma o molde. Así, la buena forma de un picaporte es aquella que corresponde a la oquedad
de la mano al asirla; la buena forma
de una alcoba concuerda con el ritual de uso al descansar. Recordemos aquí el
arte de la cerámica, en donde el artesano configura con sus taseles el molde
preciso que alojará la materia plástica, y de esta manera la forma final del
objeto quedará determinada por la superficie de íntimo contacto con la horma.
Sin embargo, es preciso encontrar la cabal forma de la
función en arquitectura: los verdaderos patrones del habitar que rozan la piel
sensible de la arquitectura.
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