La arquitectura tiene una especificidad propia y
diferencial que vuelve necesario un tratamiento teórico estético particular.
Los objetos arquitectónicos no son puros objetos
estéticos; de allí que los juicios de valor arquitectónicos constituyen casos especialmente
complejos. Sin embargo, el componente estético de los juicios de valor
arquitectónicos es ineludible, ya que la arquitectura, como actividad social de
producción, tiene un compromiso irrenunciable con las percepciones que suscita
y los juicios de valor correspondientes.
Habitando la arquitectura, se aprecia con todos los sentidos el relativo logro
formal, a la vez que se aprecia el valor de la cosa construida y su utilidad:
no pueden aislarse estos aspectos so pena de dejar de considerar una ocurrencia
propiamente arquitectónica.
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