El objeto arquitectónico se constituye como una peculiar
manifestación del ser de las cosas con las que se habita.
Las cosas en sí, afectadas por el toque de la vida,
manifiestan su condición de componentes de la realidad vinculante de la
habitación del espacio y el tiempo. Así, muestran un cariz particular capaz de
portar valores, toda vez que las alcanza la intención del sujeto habitante. El
objeto habitable se caracteriza positivamente como arquitectónico precisamente
cuando adquiere la arquitectura como propiedad,
esto es, cuando adopta el sometimiento de fines secundarios a uno principal.
Así,
la arquitectura, además de constituir una actividad social de producción,
además de constituir sus objetivaciones resultantes de esta actividad, también
es una propiedad de los lugares habitados.
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