Al
cuestionar la limitación del resultado de la labor arquitectónica que supone el
término edificio, reemplazándolo por
el vocablo lugar, se señala una
sustancial diferencia.
El
producto arquitectónico, en esta perspectiva, no es ya un artefacto, sino una estructura
vincular efectiva entre un sitio y las personas que lo habitan, que es lo que constituye en definitiva un lugar.
Esto
resulta una crítica fundamental a la concepción de la arquitectura como
producto. El producto arquitectónico no es una cosa; es la producción de un
vínculo entre las personas y las cosas acondicionadas para su habitar.
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