Mi postura rechaza de entrada el estudio de la
arquitectura como máquina de vivir o como puro símbolo natural e independiente
[…] y acepta la posibilidad de concebir la arquitectura como un proceso
permanente de reinterpretación creativa, sensible y racional de nuestro
habitar. En esta reinterpretación creativa nada está mágicamente predestinado
ni a degenerar ni a regenerarse, sino que todo depende del uso que el hombre
haga de sus propias energías, evitando poner el destino de unos hombres en las
manos, en la sensibilidad o en la cabeza de otros hombres.
(Muntañola,
1973:14)
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