Según
Platón, el cuerpo apenas si es la parte material y perecedera del ser humano:
es, según lo imagina, una cárcel para el alma.
Esta
calificación responde a una mirada precavida sobre las pasiones propias del
cuerpo que impiden que el alma pueda remontarse hacia la verdad. Por ello es
que el cuerpo recluye y oprime el alma, alejando a ésta de la pura
contemplación de las ideas.
Así,
la imaginación platónica desconfía del cuerpo y apuesta todo su interés en la
purificación ideal del alma.
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