Dominique
Issermann (1947)
El cuerpo
se prodiga tanto en gestos como en marcas sobre el lugar.
El uso
desluce las cosas de vivir, el hábito las coloca siempre en un orden
particular, las implementaciones diversas y sucesivas vuelven a los objetos
cotidianos en memorias y símbolos de lo vivido, así como estilizaciones propias
de su peculiar régimen de historia. De nuestra vida les quedan a los lugares
las huellas de nuestros tactos, de nuestra particular fragancia, ciertas
peculiares tibiezas de nuestra presencia. Y todas aquellas vejaciones que le
infligimos con el afecto destinado a la cosa propia y amada.
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