Dominique
Issermann (1947)
El
lugar se ve mecido constantemente por los ademanes del cuerpo que lo puebla.
Este
trabajo de los gestos es leve, constante y laborioso. Pese a su tenuidad, las
cosas de vivir consiguen ocupar el lugar que les dictan todos y cada uno de los
ademanes del cuerpo. Y son los más leves y los más tenidos por nimios los más
importantes, porque las cosas terminan, tarde o temprano a ubicarse según su
imperio pertinaz. La virtud de la constancia, la recurrencia de los gestos
puede ser la portadora de su más secreta virtud. Las cosas terminan colocadas
allí donde el hábito las deja. Esta labor gestual es un trabajo arquitectónico,
el más humilde, quizá, pero de ninguna manera el menos aplicado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario