Berenice Abbott (1898-1991)
Hacer
un lugar es la operación recíproca y complementaria a tener lugar.
La
presencia humana hace lugar cuando irradia su condición sobre el entorno. Tal
irradiación es un imperio, un suceso de población, una demarcación territorial.
Hasta qué confines se extiende tal expansión es asunto de tasas de energía,
disponibilidad de gestos y grados de soledad siempre relativas. El cuerpo
humano es un fanal que inunda de voz propia las estancias, pero también los
senderos y aún los umbrales. El lugar se colmata así del calor y la fragancia
del habitante.
El
cuerpo ya no solo tiene lugar, sino que, puede comprobarse, se ha hecho un
lugar gracias a sus ademanes, a sus marcas, a su escritura sobre las cosas dispuestas
a su alcance.
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