En ciudades vitales,
sostenibles, sanas y seguras, el prerrequisito para poder desarrollar una vida
urbana es que existan oportunidades para caminar. Sin embargo, al tomar una
perspectiva más amplia, salta a la vista que una gran cantidad de oportunidades
recreativas y socialmente valiosas surgen cuando se las cultiva y se alienta la
vida de a pie.
Durante muchos años, el tráfico
peatonal fue tratado como una forma de circulación que pertenecía a la órbita
de la planificación del transporte. Bajo esta forma de operar, las sutilezas y
oportunidades que brinda la vida urbana fueron virtualmente ignoradas.
Usualmente, para referirse al hecho de caminar, se hablaba de “capacidad de
vereda”, “tráfico de a pie”, “flujos de peatones” y “cruces seguros de
intersecciones”.
Pero en las ciudades, ¡caminar
es mucho más que solo circular! Hay contacto entre las personas y la comunidad,
se disfruta del aire fresco, de la permanencia en el exterior, de los placeres
gratuitos de la vida y de las diversas experiencias sensoriales. En su esencia,
caminar es una forma especial de comunión entre personas que comparten el
espacio público, como un lugar de circulación semejante a una grilla dentro de
la cual se mueven.
Jan
Gehl, 2010
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