San Pablo
Ha habido necesidad de inventar
nuevas palabras para referirse a esta nueva situación, dar nombres inéditos a
nuevas realidades urbanas caracterizadas por la dispersión, la fragmentación,
la urbanización extensa, difusa, sin límites, informe: ciudad-archipiélago,
magma city, edge city, regiones urbanas, megápolis, megalópolis, metápolis.
Algunos no han dudado en utilizar ya, como hemos visto, la expresión de la
ciudad total, la pantópolis.
Son espacios conectados por redes
de transporte a gran velocidad, que dejan entre ellos territorios invisibles
por el efecto túnel que provoca el viajar en automóvil a través de autopistas,
en tren de alta velocidad o en avión. Una ciudad en la que no sabemos si existe
una cultura urbana, como sucedía antes cuando la distinción campo-ciudad era
clara, o varias; si es necesaria la inserción territorial para adquirir la
urbanidad, si ésta puede alcanzarse por la práctica de muchos lugares,
dispersos o fragmentados.
Horacio
Capel, 2010
La
ciudad vivida de modo efectivo es la que se vuelve dispersa, fragmentada y extensa
que rebosa una entrevisión siquiera vaga de un cierto contorno de identidad. Es
por ello que se proponen nuevos nombres para una realidad que sólo llegamos a
sospechar en su constitución, naturaleza y carácter. Son las experiencias de
las personas que inducen a pensar en otras geometrías, otras geografías y,
sobre todo, otras historias.
Cabe
preguntarse cuándo dejaremos —si llegamos a tanto— de mencionar siquiera el
término ciudad, abandonada la entidad, el concepto y el término a la reserva
del tiempo ido, a la memoria de aquello que fue o, quizá, cómo esta realidad
urbana de hoy mismo es la simiente de un nuevo e inevitable estado de cosas.
Puede
que nos duela algo abandonar una representación que ha acompañado a la
humanidad en gran parte de su sufrida peripecia.
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