Calle Sierpes en
Sevilla
¿De qué
manera podremos adueñarnos legítimamente de nuestras ciudades si no es con
fructíferas errancias?
Existe
una radical diferencia entre los tránsitos peatonales exploratorios y
distendidos, por una parte, y los que se realizan a bordo de vehículos que nos
transportan, por otra. En el este último caso, nos conformamos meramente con
circular, con vencer una distancia despojándola de su carácter propio de lugar,
para constituir un canal, un ducto, un raudo pasaje pasivamente experimentado.
Pero sólo cuando deambulamos es que conferimos a las sendas sus características
plenas de lugares habitables.
Por
ello es que la ciudad que atravesamos expedita y pasivamente a bordo de
nuestros vehículos nos resulta ajena, cuando no hostil o gravosa, mientras que
aquellas regiones de esta en que nos damos la posibilidad de la errancia se nos
hacen propias y hasta queribles, si las circunstancias nos son propicias.
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