Antoni Arissa
(1900-1980)
En todo
caso, la ética del habitar no debe nunca alejarse de las prácticas sociales que
se distribuyen a lo largo y ancho de la vida social.
Esto
implica que todos los habitantes
deben ser considerados en sus particularidades de edad, género, status, capital
económico y cultural. La ética del habitar, en definitiva, no puede construirse
sobre un hipotético sujeto habitante —que, muy probablemente, constituiría un
adulto varón, de clase media alta, solvente y culto—, sino sobre la efectiva
humanidad tal cual es. Tampoco puede construirse esta ética sobre un monstruo
estadístico que surge de agregar los distintos porcentajes que arroje la
sociometría. Parece más sensato indagar en ciertos perfiles que contornean, en
la vida social, un sujeto relativamente consensuado, que adopta diferentes figuras
según las circunstancias.
Después
de todo, los sujetos son unos con su circunstancia: por ello la adecuación,
dignidad y decoro de una senda urbana debe considerarse tanto a la altura de
una escolar, así como la de un venerable adulto mayor.
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