Pedro Isztin
(1964)
Llamamos erototopo al campo o
dominio de deseos insular-humano, porque el deseo erótico ofrece el paradigma
de cómo la competición afectiva en los grupos estimula y controla, a la vez, la
vida del deseo de quienes viven juntos.
Sloterdijk,
2004
Los
seres humanos palpitan de vida y de deseo.
Hay en
el habitar de las personas una dimensión propia de los afectos; proximidades y
lejanías relativas que sólo se aprecian en términos de vida del deseo. Todo un
mundo de vida puede caber en un abrazo peculiarmente ceñido, mientras que no
hay distancia más insalvable que la del desamor, del odio o del desprecio. Hay
una dimensión que se aprecia con el roce leve de la piel, con los pormenores
del aliento, con las urgencias del deseo. Hay una dimensión que se practica con
caricias, con delicados asimientos, con intensas pasiones. Hay una dimensión
que se produce con el calor propio del cuerpo, con la vocación de acercarse a
Uno y tomar distancia de todos los Demás.
Hay en
el habitar humano espacio y tiempo para alojarse en los reductos más apretados
e intensamente vividos.

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