La actividad arquitectónica tiene como destino principal una específica síntesis de la forma.
No se trata sólo de la forma construida, sino de la totalidad de las determinaciones que se manifiestan en la interacción entre el acontecimiento del habitar y las configuraciones construidas. Para dar lugar, esto es, para producir efectivamente la arquitectura del lugar, el arquitecto debe desarrollar conceptos operatorios de la forma que permitan la concreción tanto de la concepción, la proyectación, la construcción y también la habitación de eventos en el espacio y en el tiempo.
Ninguno de los conceptos operatorios es, en la actualidad, suficiente para orientar de modo riguroso un método regular y unitario; sin embargo, la función social del arquitecto le exige imprimir una dirección convergente en todas sus concepciones operatorias.
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