Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901)
Messalina (1901)
Las escaleras unen tanto como separan, esto es, articulan. Arriba se aloja lo íntimo, lo noble y aún lo divino; abajo mora lo público, lo plebeyo y lo meramente mortal. Por eso siempre es un espectáculo dramático ver descender una mujer por la escalera (por no decir: subir una en su compañía)
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