YA
SE FUE LA CIUDAD
Cómo marcha el reloj sin darse
prisa
con tal seguridad que se come
los años:
los días son pequeñas y
pasajeras uvas,
los meses se destiñen
descolgados del tiempo.
Se va, se va el minuto hacia
atrás, disparado
por la más inmutable artillería
y de pronto nos queda sólo un
año para irnos,
un mes, un día, y llega la
muerte al calendario.
Nadie pudo parar el agua que
huye,
no se detuvo con amor ni
pensamiento,
siguió, siguió corriendo entre
el sol y los seres,
y nos mató su estrofa pasajera.
Hasta que al fin caemos en el
tiempo, tendidos,
y nos lleva, y ya nos fuimos,
muertos,
arrastrados sin ser, hasta no
ser ni sombra,
ni polvo, ni palabra, y allí se
queda todo
y en la ciudad en donde no
viviremos más
se quedaron vacíos los trajes y
el orgullo.
Pablo
Neruda
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