La relación social en la
sociedad contemporánea sí que está basada en el principio de la relación
cortés, es decir en la lógica de la seducción. El modelo de nuestra vida como
seres sociales —aquella de la que tanto y tan bien ha hablado Goffman— se basa
en el modelo que le presta la sociedad cortesana. Es la sociedad cortesana la
que históricamente establece un primer esbozo de lo que llamamos relaciones
públicas, en la que se organiza únicamente a partir de lo que se hace y de lo
que se debe hacer, es decir a partir de las codificaciones que afectan a las
maneras de hacer y a los ritos de interacción. La cortesía se define así como
el saber vivir en la corte, saber moverse y actuar en una esfera en la que cada
presente es permanentemente observado –la reserva aristocrática– y debe modular
sus declaraciones y actos, hacerse opaco, resistirse a una inteligibilidad
absoluta.
Es a mediados del XVIII cuando
los valores de la cortesía se ven sustituidos por los de urbanidad y
civilización. La sociedad burguesa —la nuestra— viene marcada, en efecto, por
el paso de la vida en la corte a la vida en la ciudad como ámbitos de un tipo
de vida basada en la cortesía urbana, es decir en la urbanidad.
Manuel
Delgado, 2017
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