Ray y Charles
Eames
Cuando
hablamos de confort, en lo primero en que pensamos —y, a veces, en lo único—es
en sus dimensiones físicas.
Esto no
está injustificado, pero no es suficiente. El ajuste adecuado de variables como
la temperatura, la humedad, la velocidad del aire, el nivel lumínico y sonoro,
así como una situación corporal sana y descansada, son claves para definir unos
umbrales físicos que contornean una situación de confort-
También
hay una dimensión muy importante y es la moral.
El confort afecta la digna estancia de las personas en los lugares habitados,
con lo que se agrega un componente ético indispensable de considerar. Lejos de
considerarse un privilegio, facultativo y excepcional, debe entenderse como un
derecho humano básico que afecta a su sujeto como ser-en-situación.
No
menos importante es la dimensión emocional
del confort. La serenidad y alegría de vivir en una situación confortable es
función de la libertad efectivamente ejercida en tiempo presente y en primera
persona por los habitantes. Por ello, el confort debe ser objeto de un estudio
antropológico especialmente riguroso. Y también debe promoverse la irrupción de
una poética del confort específica.
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