Alex Majoli
(1971)
Cuando
aprendemos a erguirnos sobre nuestros pies no sólo adquirimos un simple hábito,
sino que aprendemos a aprender.
Y una
de las cosas más importantes que aprendemos con tal crucial adquisición es que
el sentido en que dispongamos el cuerpo, la actitud y la perspectiva según la
vertical es peculiarmente importante. Así que ascendemos en nuestra
calificación escolar o laboral, social o económica, no sin esfuerzo ni con
pocos sinsabores. En cada paso que damos nos mueve el impulso de los primeros
que afrontaron los peldaños iniciales. Es porque podemos caer que ascendemos,
así como es posible dejarse caer una vez que se ha alcanzado una posición
relativamente prominente. Se dice sencillamente pero no de modo inane: es
forzoso afrontar la escalera que a cada uno le toca.
A los
pobres de verdad, el respiro del rellano se les hurta, por lo que suelen quedar
exhaustos, allí en un peldaño cualquiera, a merced de la ominosa caída. Quizá
sea porque también se les ha hurtado la energía necesaria para iniciar el
ascenso que los ha abandonado allí.
Por
esto las escaleras se elongan tanto hacia arriba como hacia abajo. Para que
tengamos siempre presente la moraleja ambivalente de sus tránsitos.
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