Caspar David
Friedrich (1774- 1840) Atardecer
(1835)
La
segunda hipótesis se enuncia del siguiente modo:
Esta
Teoría del habitar hace posible una indagación también positiva del habitante
como sujeto protagonista de una conducta, una práctica social y una producción
La
especificación de las personas en la categoría de habitantes muestra una
decidida fertilidad. Ya es hora de tratar no ya con meros usuarios ni con figuras
idealizadas ni con monstruos meros resultados de toscas estadísticas: es
preciso indagar a las propias personas, a sus cuerpos y a sus sueños.
Y
estas personas adoptan conductas intencionadas y motivadas según unos modos que
nos interesa observar, describir y comprender en profundidad. También son
actores protagonistas de diversas formas de prácticas sociales que es forzoso
reconocer, interpretar y rendir honores. Pero es con las producciones que un
necesario humanismo arquitectónico deberá aplicarse a distinguir las voces de
los ecos, tal como preconizara Antonio Machado.
Porque hay que oír las voces de quienes claman por
su arquitectura.
La
Teoría del Habitar nos ha puesto ante los habitantes, aherrojados por formas
del más hondo compromiso y enancados a las formas más profundas de la
esperanza. Compromiso y esperanza: una
nueva arquitectura digna de la condición humana de sus habitantes tiene que
sernos posible.
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