Ya veíamos cómo lo imaginario
no puede reducirse a concepto, sino que a él suele aludirse mediante metáforas,
que habitualmente tienen por sujeto o tema fenómenos de la naturaleza: flujos,
torbellinos, sustratos, afluencias, magmas... Por la misma razón, no son
conceptos, ideas o imágenes las que lo pueblan; lo imaginario no sabe de
identidades, de esos contornos de-finidos, de-terminados, que caracterizan a todo
concepto, imagen o idea. El imaginario es el lugar de donde estas
representaciones emergen, donde se encuentran pre-tensadas. Esa pre-tensión es
la que se manifiesta en la metáfora. Cuando alguien dice que cierto cacharro
permite ‘ahorrar tiempo’, que ha ‘invertido mucho tiempo’ en una tarea o se
angustia ante lo que considera una ‘pérdida de tiempo’, está viviendo el tiempo
como algo que se puede ahorrar, invertir y perder, es decir, lo está viviendo
como si fuera dinero. Por supuesto, el tiempo no es dinero, pero tampoco puede
decirse que no lo sea en absoluto para esa persona. Para ella, el tiempo es
dinero y no es dinero, ambas cosas a la vez. La metáfora es esa tensión entre
dos significados, ese percibir el uno como si fuera el otro pero sin acabar de
serlo.
Lizcano,
2003
No hay comentarios.:
Publicar un comentario