Cocina
integrada en una vivienda mínima
La
frenética compresión de las áreas construidas conduce ineluctablemente a las
denominadas cocinas integradas, que
tan coquetas lucen en las imágenes.
El
pequeño detalle es que las fotografías no tienen olor. El problema con estas
cocinas integradas es que los aromas que pueden resultar incitantes en el
momento del apetito, suelen resultar deplorables en la ocasión de la saciedad.
Piénsese en un sofrito, sin ir más lejos. Su olor resulta primoroso en la
sartén, pero un incordio en los almohadones.
La
atención a la dimensión osmotópica del habitar permite percibir que no sólo
habitamos sumidos en el espacio, sino también y fundamentalmente, en el tiempo,
allí donde hay unas secuencias entre los perfumes de un antes y los tufos de un
después. Y nosotros en medio, siempre con una misma nariz.
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